¡Hola! Soy Ana Hatun Sonqo, mujer chamana y medicinal. Aprendí todo lo que sé de chamanes oriundos del Perú y México. Te ofrezco toda mi experiencia y conocimiento para que consigas lo que te propongas. Más abajo te explico toda mi experiencia y lo que ha supuesto para mi vida descubrir el chamanismo. Gracias por estar aquí

El Chamanismo salvó mi vida

Quería compartir con vosotros cuanto ha significado y significa el chamanismo para mí.

Había conseguido todo lo que anhelaba en la vida. Un trabajo fijo en una emisora pública, del estado, bien remunerado, donde tenía el reconocimiento profesional y social. Pareja, junto a un hombre maravilloso, terriblemente atractivo con el que conseguí una estabilidad emocional. Ambos vivíamos en nuestro hogar, una casa señorial, tipo palacete en pleno centro de la ciudad. Eramos la envidia de nuestros numerosos amigos.

Tan solo trabajaba por las mañanas, acababa la programación radiofónica a las 15h con lo cual disponía del resto del día para realizar otras actividades. Siempre he sido muy “cascabelera” y como la vida estaba a mi favor, abrí una consulta de terapias por las tardes, con un gran éxito. Mi pareja me apoyaba en todo. Él tenía un cargo importante en una multinacional y entre nosotros había esa complicidad que solemos ver en las comedias americanas con final feliz. Era la mujer más dichosa del mundo.

Mi oferta terapéutica se basaba principalmente en relajaciones, hipnosis clínica y terapia regresiva. Al poco tiempo note que algunos de mis clientes eran reacios a las regresiones y mucho más a la hipnosis. Eso de ir al pasado para revivir episodios traumáticos daba miedo, pero sobre todo lo que más atemorizaba era ir a las vidas pasadas. De alguna manera me vi obligada a buscar algo que no diera temor, que fuera divertido y accesible para todos. Pedí una señal y a los pocos días en una revista de crecimiento personal vi el anuncio de una escuela que formaba especialistas en riso-terapia. Y ahí me fui, sin pensarlo, directa, a aprender los secretos de la risa.

Nos reuníamos un fin de semana al mes y fue en el tercer encuentro cuando ocurrió un hecho que cambiaría el curso de mi vida y de mi destino. Conocer a Antonio. Ese hombrecito, discreto, sigiloso y callado fue la persona que me despertó de mi sueño y me salvo la vida. Cuando no buscaba, ni pedía y empezaba a entender que todo está en nuestro interior apareció como un fantasma, en pleno centro de la gran ciudad, rodeado de asfalto y sin mediar palabra. Establecimos un primer contacto banal y superficial un sábado de otoño. El lunes lo tenía en mi consulta alegando que necesitaba de mis servicios como terapeuta. Pura mentira. Ambos acabamos en un viaje chamánico de casi 08 horas en permanente comunicación con un grupo de nativos americanos los cuales me daban directrices que para mí no tenían ningún sentido. Al regresar de la experiencia, totalmente conmocionada, le pregunte: ¿Quién eres?  Antonio sonrió y me dijo que era alguien que ayudaba a personas que veía con unas determinadas cualidades. No tenía ni idea. Ni siquiera sabía si yo las tenía con certeza. A la mañana siguiente Antonio partía a México.

Durante toda esa semana tuve altas fiebres, delirios, que no encajaban en ningún diagnóstico médico y que me obligaban a permanecer en una realidad paralela junto al grupo de indios con los que contacté con Antonio. Permanentemente establecían comunicación con mi ser. El resultado de todo ello fue quedarme sin pareja, sin trabajo y casi sin casa en 15 días.  Esa fue la gran entrada en el chamanismo. Y ese fue el gran despertar. La verdad es que me quede bien descansada.

Con el paso del tiempo te das cuenta que todo era una trama. La vida nos coloca donde debemos estar y pasar por esa experiencia ha sido una de las mejores cosas que me han ocurrido. Ahora sé que todo lo que deje fue una apariencia que no iba conmigo. Ahora sé que es el momento de brindarlo a tantas personas. Ahora sé que el chamanismo salvo mi vida. Dió sentido a mi existencia. Debemos cerrar etapas, si no lo hacemos, la vida nos coloca para que así sea y si aun así no lo vemos, nos explota una bomba en la nariz. Eso fue lo que me ocurrió. Menudo bombazo. Y qué bueno que así fuera. En aquella época, Antonio me dijo, - niña, ¿tú no te diste cuenta que con todo lo que pasaste debieras estar muerta o en un manicomio? Estaba ciega. No me daba cuenta de nada. Ahora veo un poquito más. Esto no acaba jamás... afortunadamente. Un consejo, si me lo permites, no dejes que la bomba estalle... Ahora es el momento. Es tu momento.

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